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Albert Cruells. Barcelona. 1947. Once de setiembre

"Uno no es mas que un garbanzo que absorbe el sabor del caldo donde se cuece.
A conclusiones  como ésta, sólo se llega hundido en la soledad, que es donde nace y se cría la humildad".

Albert Cruells nace en Aiguafreda (Barcelona), en 1947, un once de Septiembre hijo de una profesora de piano y de un fanático de los libros.

Pasa sus primeros años entre gallinas, conejos, cabras, corderos, tomates, cebollas y lechugas.

A los seis años Cruells realiza su primera exposición en la carnicería de su abuelo.


" La creatividad se hace en la infancia. Yo era un niño asilvestrado pegado a una brocha, rodeado de animales y con el mar de fondo. No creo que mi trayectoria haya cambiado gran cosa"

Los primeros años de Cruells transcurren en tiempos de postguerra. Años de una profunda miseria espiritual, al amparo de los mas esperpénticos aquelarres religiosos y militares, maquillados por folclóricas, toreros y cine en blanco y negro censurado por psicópatas.

Cruells desconcertado y abrumado por este entorno encuentra en el arte su refugio natural, que nunca mas abandonará.

Su paso por la escuela de Arquitectura fue un fracaso sin paliativos. De hecho, la única materia que aprobó, y con nota, fue el dibujo.

En los setenta Cruells entra en contacto con el mundillo del arte y la cultura de una Barcelona inquieta y bulliciosa, que acababa de recuperar sus libertades.

Y aquí empieza un camino solitario, obsesivo y excitante que le conducirá hasta su manera de interpretar el arte contemporáneo, sin tener en cuenta, en ningún momento de su evolución, el riesgo que supone todo cambio.

No tarda mucho en darse cuenta de las férreas reglas de juego que rigen el negocio del arte.


"Cuando mandan las tendencias y las modas, el arte se convierte en refugio de incompetentes, mediocres y espabilados".

Cruells toma la decisión de tener absoluto control de su obra, decisión que ha marcado toda su vida.

Hasta el año 2009, Cruells ha mantenido su producción absolutamente al margen del mercado.


Aparentemente extrovertido, vitalista y curioso, Cruells es un solitario vocacional.

Con la única compañía de sus perros Cruells vive encerrado en su trabajo, con la finalidad irrenunciable de ser fiel a su instinto.


Si olvidamos nuestra condición animal, nos perderemos en las exquisiteces de la metafísica.
Y nos volveremos todos locos.

Cumplidos los cuarenta años, su obra deliberadamente ecléctica y salvaje va dejando paso a unos tiempos ciertamente ácidos y dolorosos. En esta época su obra es más reflexiva, ejerciendo de exorcismo liberador del escenario que acogió su adolescencia. Estampas de Santos, junto a calendarios de hembras exuberantes. Curas y vedettes. Vírgenes y putas. 

Perros y gatos. 

Sexo, comida, vida y muerte, mentiras y verdades conviven en su obra de modo natural.

Ciertamente, en este tiempo Cruells se ensaña con su obra, hasta dar por concluido este capítulo vital.

Consciente de lo efímero de su existencia Cruells no esta dispuesto a perder el tiempo en frivolidades ni contemplaciones mundanas.


"El arte es lo único imprescindible que no sirve para nada."


Quizás por esta razón, no es de los artistas que se regodean en sus hallazgos. 

Al contrario, se diría que su obsesión por la simplificación y la síntesis le mantienen excitado, en un estado de conflicto permanente.


"La vida transcurre en el cerebro. Y se manifiesta en el rostro.Y a medida que se va dibujando la vida, la cara se va convirtiendo en una mueca, en una máscara"


En 2010 Cruells se abre al mundo exterior. 

Expone en Barcelona y publica un libro resumen sobre su obra, hasta entonces desconocida.

La Fundación Vila Casas se hace con obra suya.

En 2012 expone en Bolonia. Banca de la Emilia Romagna y en la Galería Bon Giovanni.

En 2014 la Fundación Antonio Saura le dedica una gran muestra, con la publicación de un extenso libro sobre la evolución de su trabajo.
Con el paso del tiempo la obra de Cruells se vuelve más lúdica, extrovertida, orgánica, mas física, mas inclasificable, y por encima de todo, descaradamente mediterránea.

"Mi Mediterráneo es el de los suelos sucios de escupitajos y lamentos, de rincones con olor a meado de vino barato.
El de perros echados sin oficio ni beneficio en las escalinatas de iglesias vacías . De cementerios llenos de matojos olvidados.
El Mediterráneo de ojos infranqueables comidos por el salitre. El Mediterráneo barroco, excesivo. Tramposo. Viejo, gastado. Mar de piratas, meretrices, mercaderes y filósofos.
Padre y madre de todos los mares."


Ahora sus manos esparcen generosamente materia sobre las telas. El gesto vuela seguro. La violencia de las antiguas pinceladas, han dado paso a la decisión, a la madurez bien ganada, a la inocencia recuperada de una infancia vivida al calor de una caja de lápices de colores.

Mientras tanto, Cruells sigue jugando, avanza y retrocede para volver a avanzar por nuevos caminos. Cruells es artista y no puede evitarlo.


En esta época Cruells se adentra en el mundo de la escultura . Se recrea en una extensa colección sobre su pez bandera, la escórpora. Piezas grandes, en bronze que uno puede ver en distintos lugares públicos como Tamariu o Cadaqués.

Realiza también una interesante colección de máscaras en bronce a modo de retrato, patinadas en colores imposibles.

En 2014 realiza "La Colección Barcelona", compuesta por treinta y una esculturas de gran formato, en basalto, bajo el subtitulo de "Totems,hitos,mitos y ritos".


 Manuel Medarde - Fundador de The Gaudi Research Intitute.
Brutalidad exquisita.

Los mitos que Cruells recrea son la destilación de la cultura mediterránea, de una manera de ser y de pensar que ha influido decisivamente en la civilización occidental a través de sus textos fundamentales: La Odisea y La Ilíada.

Como el eco contemporáneo del Parnaso, Cruells construye sus propios tótems, hitos, ritos, mitos con una simplicidad casi infantil, como una vuelta al principio de los tiempos.

Gaudí decía que la originalidad es volver al origen. Y Cruells lo hace.


 Alessandro Allemandi - The Art Newspaper
Creatividad inspirada.

En la historia del arte existen artistas “mudos”, cuya obra vive de forma autónoma e independiente de la personalidad de su autor (por ejemplo Joan Miró), y artistas “parlantes” (como Salvador Dalí), cuya obra no se entiende del todo sin conocer personalidad del creador, que incluso forma parte de ella. En el caso de Albert Cruells, conviven ambas naturalezas: sus cuadros y esculturas hablan por sí mismos, pero la personalidad del autor hace comprender mejor la génesis, la praxis y el destino de sus obras.

Esta nueva colección de esculturas totémicas es un espectáculo de creatividad inspirada que merece ser visto en vivo para ser disfrutado y para que nos recuerde, una vez mas, como el arte, en palabras de Albert Cruells, “es lo único imprescindible que no sirve para nada”.



 Miguel López - Director de la Fundación Antonio Saura
Esculturas telúricas de Albert Cruells.

En la obra de Cruells hay abstracción, elementos étnicos, muchos son culturales, arqueológicos, mitológicos, pero sobre todo hay un componente telúrico que las define sobre otras posibles definiciones.

Telúrico, del latín tellus (‘tierra’), y quizá más aún de su raíz indoeuropea, ‘suelo, piso’. Albert ha practicado con estas obras el telurismo; afloran en ellas, claramente, influencias del suelo o la tierra natal.

Las esculturas telúricas de Albert encajan en la concepción contemporánea de antiestatuas. Se apoyan en el suelo, nos narran cosas de la tierra, son esenciales y primigenias y sobre todo son intemporales.

Albert Cruells está tocado por esa maravillosa locura beatífica que lo convierte en un gran artista. Libertad creativa y un enorme deseo de investigar, de arriesgarse y de exponerse.



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Bisbe
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Baco
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Mantel
Gossos
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